viernes, 21 de agosto de 2009

MATEO 23, 1-12

No se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen

Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos: «Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas, difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo.

Jesús se dirige a la multitud y a sus discípulos para advertirles del peligro que pueden pasar las enseñanzas doctrinales cuando los que dan los testimonios no hacen lo que dicen. El Señor nos pone un especial acento en la consecuencia y destaca la oposición entre lo que se dice y lo que se hace, como también entre lo que se enseña y el testimonio.

Nuestro Señor Jesucristo, no muestra el propósito de impugnar las doctrinas de los escribas y fariseos, pero acusa sus hipocresías. Estos escribas y fariseos, enseñan una doctrina ajustada a lo bueno, pero ellos no practican la bondad.

Todo lo hacen para que los vean
Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar ‘mi maestro’ por la gente.

Jesús descubre a los fariseos, quienes se adueñan de la atribución para enseñar y además todo cuanto hacen, es para que otros los vean. Me parece que los fariseos siguen permaneciendo hasta hoy, en muchos de aquellos que gustan de cuidar sus apariencias, ser estimados, considerados, aplaudidos y horrados. ¿Somos como ellos?

El que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado

En cuanto a ustedes, no se hagan llamar ‘maestro’, porque no tienen más que un maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen ‘padre’, porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco ‘doctores’, porque sólo tienen un doctor, que es el Mesías. El mayor entre ustedes será el que los sirve, porque el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado».

Se dirige Jesús diciendo: En cuanto a ustedes, demandando derechamente a sus discípulos. Es la misma voz que escuchamos hoy, como diciéndonos también en cuanto a nosotros y nos recuerda además que en él somos hermanos es decir también iguales. ¿De que valen los títulos y lo honores?, ¿Qué es lo que verdaderamente cuenta? Para nuestro Señor, la verdadera grandeza consiste en hacerse pequeño.

Jesús enséñame a imitarte en la humildad

Cuantas veces me he repetido el Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón, cuantas veces lo he intentado, cuantas veces he sentido sufrimiento por no lograrlo, cuanto temor de no poder serlo, cuantos sentimientos de inquietud por tratar de saber que me lo impide.

Solo tu mi Señor Jesucristo puede enseñarnos a ser humildes y entonces busco la forma de entrar en TI, busco en tus enseñanzas, busco imitarte, intento seguir tus pasos y empaparme de todos tus ejemplos.

Busco en el desconcierto, y espero una gran sorpresa, y me encuentro que no tiene límites o que no tiene fin, que es infinita esa distancia que me separa, y por mucho que aspire a la perfección, no soy nada.

Lo mas cerca que he llegado, es comprender el conocimiento de mis propias limitaciones y lo agradezco porque me invita a obrar sin orgullo, pero que difícil es la humildad cuando tenemos que reconocer nuestros propios errores.

Que gran ejemplo el tuyo Señor Jesús, naciste en el mas humilde de los sitios, fuisteis carpintero, pescador, caminante de senderos humanos, fuisteis tentado y no dejaste de ser santo, viste la miseria, sufristeis la condenación, y nunca dejaste de ser suave con los hombres, que difícil tarea para nosotros al querer imitarte en la humildad.

Que lejos estamos de tener en nosotros mismos esos humildes sentimientos que tuvisteis, cuando solo pensamos en elevarnos y engrandecernos, en nuestra propia superioridad, y ese es el centro de nuestras aspiraciones, nuestros pensamientos, nuestros profundos deseos en el corazón.

Así es Señor, esa es la verdad misma, estamos convencidos que nuestros sentimientos son buenos y que hacemos méritos para ser dignos hijos de Dios, y no son mas que mentiras, y no caemos en cuenta del error, y mas encimas no llenamos de deseos de ser estimados, reverenciados, alabados y honrados, nos vanagloriamos y en ningún momento pensamos en la grandeza que significa humillarse y ser humilde.

Por eso Señor Jesús, enséñame a imitarte en la humildad, enséñame a ser suave, dócil en mi condición y trato con mis hermanos, ser sensible, apacible y tranquilo con todos, aléjame del trato bravo de las fieras, acércame a la actitud que Dios Padre espera de nosotros.

De corazón

Pedro Sergio

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