“¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?”.
Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?”. Él respondió: “¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, ‘los hizo varón y mujer’; y que dijo: ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne’?
Nuestro Señor Jesucristo, ratifica lo indisoluble del vínculo matrimonial, revalidando la dignidad del matrimonio.
Dios creó al hombre y a la mujer de una sola cosa con el objeto de que fuesen uno. Y el ideal de Dios, es que el hombre y la mujer debían estar unidos y que jamás debían separarse, por esa razón el Señor dice: ‘Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne’. Ese es el premio de los matrimonios, el hacer de dos una sola carne.
Sed sumisos los unos a los otros en el temor de Cristo. Las mujeres a sus maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador del Cuerpo. Así como la Iglesia está sumisa a Cristo, así también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, (Efesios 5, 21-25)
San Pablo, nos esta pidiendo a los esposos un amor intenso, “como Cristo amo a su Iglesia,” es decir amor total. ¿es posible estos?, ¿es posible una entrega tan grande?, ¿tengo la convicción de que así debe ser.?
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. “Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”.
La intervención de Dios en nuestra unión como esposos, es garantía de indisolubilidad de este sacramento. Esta es una obra de la creación, es obra de Dios, en la que los hombres no podemos intervenir. Sin embargo, muchas veces concientes que la unidad y la indisolubilidad del matrimonio son dos cualidades establecidas por Dios, se le exige intervención a la Iglesia e incluso se le hace ver que es demasiado obstinada, firme, perseverante o excesivamente tenaz en este propósito, pero con lo que nos dice Jesús, significa que ni la misma Iglesia puede intervenir, por tanto, lo que debemos comprender que lo que esta haciendo es ser fiel a lo mandado por Dios.
“Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada” 24 Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne. (Génesis (SBJ) 2, 23-24)
"No todos entienden este lenguaje
Jesús quiere devolver a la ley divina, su primitivo vigor, y dice:”Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio". Sus discípulos le dijeron: "Si ésta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse".
Y así Jesús no aprobó la conclusión de “.no conviene casarse”, y alaba la castidad consagrada, entonces responde:"No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido.
Jesucristo expone metafóricamente la dignidad y excelencia de la continencia voluntaria: la virginidad. Mas esto, su comprensión, en el sentido no sólo intelectual, sino de adhesión y práctica y es un privilegio de aquellos “a quienes ha sido dado”
San Pablo: Acerca de la virginidad no tengo precepto del Señor. Doy, no obstante, un consejo, como quien, por la misericordia de Dios, es digno de crédito. Por tanto, pienso que es cosa buena, a causa de la necesidad presente, quedarse el hombre así. (1 Corintios 7,25-26).
Por cierto no todos pueden comprender la pureza y la integridad donada por amor, por eso el Señor nos advierte, "No todos entienden este lenguaje
De Corazón
Pedro Sergio
jueves, 13 de agosto de 2009
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