lunes, 31 de agosto de 2009

LUCAS 4, 16-30

Jesús es verdadero profeta y la profecía que proclama se cumple en su predicación, en sus gestos, en su persona.

Avivado por el Espíritu Santo, Jesús regresa a Nazaret con el fin de anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios. El se encuentra en casa, desde donde era conocido desde pequeño. Jesús se dirige un sábado a la sinagoga. Ya en la sinagoga, se levanta a leer, le entregan un libro y lee: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. La página profética es anunciada por el mismo Jesús, que no tarda en dar la interpretación de la misma. Jesús es verdadero profeta y la profecía que proclama se cumple en su predicación, en sus gestos, en su persona.

El texto elegido por Jesús, está en ese momento reflejando la realidad de su pueblo, y con las palabras de Isaías, El anuncia su misión, que es anunciar la Buena Noticia a los desposeídos, a los cautivos, devolver la vista a los ciegos y en otra palabras, proclamar “un año de gracia de parte del Señor”.

“Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”

Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en El. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca

Jesús, no tarda en dar la interpretación, El asume las palabras de Isaías como suyas, es decir le otorga un gran sentido y de alguna forma se declara Mesías, El viene a cumplir la profecía.

Algunos oyentes reaccionan ciertamente boquiabiertos por las cosas que decía y por el modo como las decía, pero otros quedaban resistidamente sobresaltados y, por eso, censores respecto a la persona de Jesús. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en El.

Y decían: “No es éste el hijo de José?

Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “No es éste el hijo de José?” Pero él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: “Médico, sánate a ti mismo”. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm”. Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.

Jesús intuye que el ánimo de los presentes está, por lo general, indispuesto respecto a su predicación y quedan escandalizados y no quieren saber nada de él. No aceptan que Jesús sea el Mesías anunciado por Isaías. Decían: “No es éste el hijo de José? .

Es así como Jesús, en medio de la discusión, les dice: “Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón”. El Señor, presenta dos referencias bíblicas de los tiempos de Elías y luego los leprosos del tiempo de Eliseo: También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio”. Jesús quiere echar abajo las disposiciones interiores de los presentes que estaban escandalizados.

Se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad
Jesús habla de acoger a los pobres, a los ciegos y a los oprimidos, sin embargo la gente no acepta su ofrecimiento, y por querer acoger a los excluidos, el es apartado de tal forma, que hasta su propia comunidad de Nazaret pensó matarlo: “Se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.”

El Señor conservó la calma, él no se desvió de su camino. No era extraño, que Jesús fuera objeto de un desconcierto y un rechazo empecinado. El relato de Lucas muestra lo difícil que es superar cierta mentalidad ciega.

Tampoco es de extrañar que el mensaje de Jesús hoy sea rechazado.

Oh Jesús, hablaste en tu tiempo de peregrino por la tierra y te encontraste con sordos a tu mensaje de salvación. Hoy nos sigues entregando tu mensaje, y del mismo modo que ayer, pocos quieren oírte. En todos los tiempos ha habido gente incomoda con tu mensaje, por tanto hubo gente que se alejo de ti y seguimos viendo como otros intentan alejarse. ¿No entienden que has venido a liberarnos de toda opresión?

Nosotros Señor, queremos ser un corazón abierto para tu palabra, tus Buenas Noticias nos sorprenden, tu nos dices la verdad y nos liberas de nuestros temores, por lo que deseamos tener un corazón para conocerte y encontrarnos contigo. Tu Palabra, Señor, tiene el poder de sanarnos y de curarnos, nos transforma por dentro y obra maravillas en nosotros.

De Corazón

Pedro Sergio

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