Despide a la gente para que vayan a las aldeas y compren algo de comer-.
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: -Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a las aldeas y compren algo de comer-.
Nosotros los hombres que llevamos una vida normal y de esfuerzo, tenemos nuestras limitaciones si se trata de acudir en ayuda para alimentar a muchos, entonces frente a tantas necesidades solo podemos hacer hasta donde nos alcance, sin embargo Dios esta dispuesto a darnos todo lo que nos sea necesario, pero todo lo que de El viene, no es solo para nosotros, sino que para lo compartamos, de allí es que nos preguntamos, ¿si Dios nos ha dado bienes, favores, atenciones, educación, recursos materiales, es todo eso solo para nosotros o para que los multipliquemos y podamos compartirlo?, ¿Qué conciencia tenemos de esto?
Pero Jesús les contestó: -No hace falta que vayan; denles ustedes de comer
El Señor pone en nuestras manos mucho de los que los demás necesitan, El es generoso y ofrece a manos llenas la abundancia de sus bienes, y estamos llamados a responder a una encantadora palabra del Señor: “Denles de comer ustedes mismos”, el pone en nuestra manos como alimento la Palabra, para que regalemos Palabra, pone en nuestras manos Pan, para que regalemos Pan, y de lo poco que tengamos, El Señor se encargara de multiplicarlo.
Para los discípulos de Jesús, la solución era simple para remediar el hambre, que vayan ellos a proveerse de alimentos, sin embargo para El Señor, hay otro mas sencillo, y en sus manos esta la posibilidad de hacerlo, y no es mandar a comprar, al contrario, proveer personalmente.
Se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente.
Ellos le respondieron: -No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados-.
El les dijo: -Tráiganmelos-.
Luego mandó que la gente se recostara en la hierba. Tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la mirada al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.
El milagro fue tan abundante, que todos se saciaron y luego recogieron doce canastos sobrantes. La esperanza de las gentes que habían seguido a Jesús, no quedo fallida, ellos recibieron lo que necesitaban, llegaron enfermos y fueron curados, para saciar su hambre les proporcionó pan, para saciar su espíritu, El les entrego su la Palabra.
El que sigue resueltamente a Jesucristo, encuentra todo lo que necesita para sí, en esta vida terrenal y luego en la vida eterna. Nuestro amado Padre Bueno, ya nos ha regalo su amor. En Cristo nos ha dado todo, se ha dado a sí mismo. ¿Qué otro poder será más fuerte que este amor generoso y apasionado que el Padre manifestó en Jesús? Este amor nos sostiene en medio de toda circunstancia adversa. Así lo comprendió también San Pablo; ¿Quién podrá separamos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? (Rom 8, 35).
Así como Pablo, que convencido de que en el amor de Cristo tiene la fortaleza para vencer cualquier dificultad, así también sea para nosotros el mismo convencimiento. Así como las gentes dejaron todo por seguir al Señor hasta el desierto, y sin importarle el hambre no se apartaron de El, que ninguna adversidad nos contenga para seguirle.
El Señor pone en nuestras manos muchos bienes. ¿Y que espera El de mí?. ¿Me estará diciendo que pongamos en manos de los demás compartiendo solidariamente lo que tenemos, para que le demos a otros nosotros mismos?
De corazón
Pedro Sergio
domingo, 9 de agosto de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario