“Sígueme”. Él se levantó y lo siguió.
Este relato, nos habla de una rápida acogida al llamado de Jesús, y de un Jesús acogedor, de un Jesús que no discrimina, de un Jesús misericordioso, con especial afecto y atención a los pecadores.
Este relato me demanda a responderle afirmativamente, con prontitud y generosidad, al llamado que el Señor me hace a través de las grandes y pequeñas ocasiones de mi vida diaria, como también me llama a revisar mi actitud de acogida con mi prójimo, con una actitud no prejuiciosa.
Mateo ofrece al Señor un banquete, talvez como despedida a su anterior vida y como una forma de destacar ante sus amigos que el se ha tomado en serio el seguir a Jesús. La participación, ojala diaria, en el banquete de la Eucaristía, es también una muestra de que nos tomamos en serio nuestra vida de seguidores de Jesús.
“¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?”.
Jesús es capaz de sentarse a cenar con todo tipo de personas, otra lección para nosotros, pues a imitación del Señor debemos hacer lo mismo alejando de nuestro corazón toda idea de discriminación. ¿me siento capaz de sentarme a la mesa co todo tipo de persona?
A Jesús no le importa que los fariseos vayan donde sus discípulos y le critiquen por el hecho de comer junto a publicanos y pecadores. Ciertamente en aquel tiempo, comer juntos significaba comunidad de vida y de sentimientos, pero al reunirse con los publicanos y los pecadores, el Señor se muestra con su carácter misericordioso y llama la atención a los fariseos por su legalismo. El Señor me anuncia con esto, que debo cuidarme de aquellas reglas que me hacen ser inclemente a las legítimas necesidades del Espíritu. El Señor me llama a no mostrar incapacidad de comprender las verdaderas necesidades de mi prójimo. Jesús nos exige gestos de misericordia, más que actos formalistas y llenos de reglas.
“Prefiero la misericordia al sacrificio”.
La misericordia de Dios busca al hombre para conducirle a la salvación, a pesar de que el hombre no siempre le es fiel. “Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo.” (Éfeso. Ef 2, 4-10)
Dios, todo bueno y bondad en El, absolutamente misericordioso, lleno de amor por los hombres, y por el gran amor que nos tiene, sabiendo de nuestras faltas, fue tan bueno que nos trajo a Jesús, y nos ha hecho vivir con El. Pero no solo hizo eso, además, nos entrego a su propio hijo para que nos salváramos.
Si fuéramos capaces de poder entender bien lo que hizo Dios por nosotros, si pudiéramos sentir de verdad en nuestro corazón todo el amor que Dios nos tiene, sería entonces más sencillo darse cuenta de su amor infinito y su gran ideal de salvarnos. Para eso nos mando a Jesús, su buen Hijo, no para condenarnos, sino que todo lo contrario, para el que crea en El, no muera.
Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”.
Jesús, al llamar a Mateo y sentarse a la mesa con los pecadores, nos muestra que su misión es de una misericordiosa llamada a los pecadores, “No he venido a llamar a los justos sino a los pecadores". Y esa es la voluntad de Dios, que todos los hombres se salven. “El signo más grande del amor del Padre es Jesucristo quien no vino para condenar al mundo Sino para salvarlo.” (Jn 3, 14-21)
De Corazón
Pedro Sergio
lunes, 21 de septiembre de 2009
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