martes, 15 de septiembre de 2009

JUAN 19, 25-27

Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre

La Virgen María, fue consignada por Dios desde siempre a ser la Madre de Jesús, ella con gran generosidad y como servidora y humilde esclava del Señor, acepta su voluntad. Luego concibe a Jesús, Hijo de Dios encarnado, lo engendra, lo amamanta, lo cuida, le enseña los primeros pasos, lo presenta en el templo, lo lleva a las fiesta religiosas, lo acompaña en su vida y padece junto a El, el dolor de la muerte en la cruz, todo lo que hace ella, lo hace como una buena Madre.

Madre de Dios
María es verdaderamente la Madre de Dios, porque ella engendro a Jesús y Él es Dios, entonces la Virgen María es Madre de Dios. Ella comienza a ser Madre de Dios cuando el Hijo Eterno quiso entrar en el tiempo y hacerse hombre como nosotros. “Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios Envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la Adopción de hijos”. Gálatas 4:4: Dios se hizo hombre sin dejar de ser Dios, así es como María es madre de Jesús, Dios y hombre verdadero.

La Madre de Dios al pie de la cruz.
María durante la vida apostólica de Nuestro Señor logró pasar casi completamente inadvertida. Al no ser llamada para ayudar directamente a su Hijo en su ministerio, no quiso interferir en su trabajo con una presencia inoportuna. Dado que la Pasión de Jesucristo tuvo lugar durante la semana pascual, se espera naturalmente encontrar a María en Jerusalén. La profecía de Simeón se cumplió en su plenitud principalmente durante los momentos de sufrimiento de Nuestro Señor. Según una tradición, su Bienaventurada Madre se encontró con Jesús cuando cargaba con la cruz camino del Gólgota, donde se dice que ella tiene un desmayo al ver a su Hijo sufriendo, sin embargo luego ella tiene un comportamiento heroico al pie de la cruz, a pesar de ello, debemos considerar su calidad de mujer y madre en su encuentro con su Hijo camino del Gólgota, mientras que es la Madre de Dios al pie de la cruz.

“Mujer, ahí tienes a tu hijo”

María, esta con nosotros durante todo el día, con ella nos sentimos tranquilos como un niño que descansa en los brazos de su madre. Cuando estamos con pena y dolor, igual como ella, cuando estuvo frente a la cruz, nos sentimos consolados, por que Jesús nos la dejo como nuestra madre, Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Después dijo al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”.Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa y nosotros la traemos a la nuestra y nos llenamos de alegría.

Decimos entonces, gracias Jesús, por dejarnos a María como nuestra Madre, con ella, no tenemos miedo, nos sentimos seguro y nos ayuda a buscarte, especialmente cuando tenemos peligro de caer o cuando caemos y buscamos ser perdonados por ti.

María nos invita permanentemente a mirar a Jesús

El amor de María, el mismo que ella tuvo por Jesús, nos reconforta, nos levanta con su radiación y no muestra en el camino que nos lleva al Señor. María nos invita permanentemente a mirar a Jesús, como ella lo miro en la cruz. Mirar a Jesús, amor encarnado, Hijo del Padre que nos ama sin condición. Ella nos muestra como mirar a Jesús crucificado, para amarlo, y también sufrir y saber perdonar, ¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!

María nos enseña mirar a Jesús en Belén, desde ese instante aprendemos a amarlo y, luego nos formamos como discípulos de su hijo amado. María fue fiel a su Hijo y lo siguió hasta la muerte en la cruz y con su fidelidad nos motiva para seguir a Jesús hasta la misma cruz. María nos enseña a ser obedientes con su Hijo, "Haced lo que El os diga" (Jn 2:5). Maria nos muestra con su fidelidad al Padre y su solidaridad con su Hijo, un modelo de vida. Así es, como damos al Padre, Gracias por María, así como decimos al Hijo, gracias por darnos una madre fiel, amorosa. Gracias porque María nos ayuda sentirnos hijos amados del Padre, hermanos de Jesús. Gracias, porque su resplandor de buena mujer y buena madre, brilla ante todos sus hijos, alumbrándonos el camino para llegar a Jesús.

Con gran confianza, con mucha esperanza, acompañados por la Santísima Virgen María, caminamos hacia la luz, hacia la vida, hacia Dios. Maria Madre de Dios, nos ayuda a mantener siempre encendida esa luz que nos ilumina el camino para llegar a Jesús.

"Y la Madre de Dios es mía, porque Jesús es mío" (S. Juan de la Cruz)

De Corazón

Pedro Sergio

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