viernes, 11 de septiembre de 2009

LUCAS 6, 27-36

Jesús dijo a sus discípulos: Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.

“Yo les digo a ustedes que me escuchan”, ¿escuchamos al Señor?, la petición del Jesús es muy clara, el no solo confronta el amor al odio, además de eso nos pide que nuestro amor se centralice esencialmente en aquellos que nos odian. ¿Es esta una petición muy exigente?, talvez sí los sea, pero esta petición tan noble viene pedida desde el corazón mismo de Dios “que es bueno con los desagradecidos y los malos”.

¿Y que tipo de amor nos pide?, a mi me parece claro que no es amor indeterminado y es algo que debo convertir en muchos gestos que debo hacer a diario que muestren de verdad amor.

Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra

La doctrina de Jesús, que se desprende de este caso concreto, es que como cristianos, debemos tener nuestra caridad al prójimo tan acentuada, que en los casos mismos de ofensa o abuso, como en la bofetada debemos tener la disposición y ánimo al perdón y a la generosidad con quien nos ofende. Esta forma paradójica de hablar del Señor, es un modo de exponer la actitud de caridad y perdón que se ha de tener con el que nos ofende; no sólo perdonar a la primera injuria, sino estar preparado a perdonar nuevas ofensas, ofreciendo así, con la otra mejilla, toda la generosidad de nuestro perdón.

Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquéllos que los aman, ¿qué mérito tienen?

Cristo nos enseña dar al que al que te pide, y no solo es dar cosas materiales, el hombre esta necesitado de la Palabra, de la amistad, del cariño, de la paz y del respeto. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Esta es una insistencia del Señor, por eso hay que reiterar esta solicitud siempre, El quiere que seamos benevolentes, piadosos, clementes, compasivos, tengamos caridad por nuestros hermanos, tengamos disposición de ayudar y no de volver las espaldas.

Por cierto, toda nuestra vida, como hijos de Dios, tenemos que hacerla de la mejor forma, con y por la caridad, en ella se expresa fielmente el amor fraterno, es así como Jesús siempre nos enseña que hemos de dar y buscar el amor al prójimo.

En efecto, Jesús, de muchas maneras nos pide, que amemos al prójimo, como a nosotros mismos. Una forma de amar, es no ofender, no herir, no arrogarse el derecho de juzgar a otros, no acusar falsamente, no criticar para dejar en menos a otro, ya que todas estas actitudes, son bofetadas y menosprecio a quien el Señor nos pide amar.

Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.

Para Jesús, no tiene mucho sentido amar sólo a los que nos aman, es decir con esto no habría en ello mérito alguno y, sobre todo, nuestro amor no sería signo distintivo de nuestra exclusiva e indiscutible pertenencia a Cristo: Porque hasta los pecadores aman a aquéllos que los aman. Si hacen el bien a aquéllos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen?

Y jesús nos pide además que seamos misericordiosos, como Dios es misericordioso con nosotros. Se trata de un amor que sabe perdonar porque ha experimentado el don del perdón. Sean misericordioso es un llamado que nos hace Jesús, para imitar a Dios, “que es amor misericordioso”, por medio de actos de bondad, de compasión, piedad y humanidad

Me enseña este relato, que el mensaje medular de todas las enseñanza de Jesús es poner de manifiesto la verdad del Dios-amor, grande y misericordioso, amor paciente e indulgente, amor que es incondicionado.

Este relato me demanda a que seamos como Jesús de Nazaret, que amo hasta la entrega de sí mismo, sin reservas ni intereses, y entonces me debo hacer una pregunta y responder al Señor si soy capaz o si estoy dispuesto a amar hasta el extremo de mis propias fuerzas, sin remordimientos ni desagravios, es decir amar a todos siempre, sin exceptuar a nadie.

Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Señor, tu misericordia llega al cielo.

De Corazón

Pedro Sergio

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