sábado, 19 de septiembre de 2009

LUCAS 8, 4-15

“La Parábolas”Jesús nos enseñas a través de narraciones de sucesos sencillos, “La Parábolas”, con ellas aprendemos enseñanzas de alguna verdad importante, especialmente en el aspecto moral, estos relatos fáciles de comprender generalmente llegan fácilmente al corazón de los hombres.

Los ejemplos que nos pone Jesús, están siempre vivos en nosotros, especialmente porque nos exige a nosotros mismos tomar conciencia de lo que es ser cristiano, es así como no solo debemos tener oídos atentos a las parábolas, además debemos tener preparado el corazón para comprender la sensibilidad de la enseñanza y alejar toda soberbia en nosotros para aceptarla.

La sutileza de la parábola, y me refiero a la delicada, suave e interesante forma que utiliza Jesús para penetrar en nuestro corazón, nos invita a rechazar los estilos de vida conducentes al pecado, especialmente a aquellos que son productos de la soberbia, la envidia, la ira, la vanidad, el egoísmo, sentimientos que nutren la forma mas desvergonzada de vida del hombre.

Es entonces en consecuencia, la parábola, una perfecta enseñanza de moral cristiana, es interesante saber descubrir en ella el llamado de salvación y conversión a Dios.

Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola.

Nos imaginamos una gran muchedumbre que se reúne cerca de El para oírle, y debe haber sido quizás todo el día, porque el fragmento del evangelio de Mateo (13,23) dice: Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.

Nos preguntamos ahora, ¿cuanto tiempo disponemos para Jesús? ¿Qué atractivo tiene para nosotros oír sus enseñanzas? ¿Tenemos interés en conocer su palabra?, me hago la pregunta en razón de que es cierto que conocemos a personas que muestran antipatía por saber que decía el Hijo de Dios.

¡El que tenga oídos, que oiga!

¡El que tenga oídos, que oiga! Para algunos puede significar el esmero con el cual se oye la Palabra del Señor. Para llamar la atención a alguien se le dice te entra por un oído y sale por el otro. Pero la frase de Jesús es más bien, un anticipo, un toque de alerta. Un llamado a meditar.

Entonces, con la parábola del sembrador, tenemos que preguntarnos como somos nosotros en cuanto a tierra de cultivo, sabemos que la semilla es de primera calidad, y germinará según se comporte el suelo que la reciba.

Atesorar la palabra en el corazón
Jesús vino a nosotros a sembrar la semilla de la Palabra de Dios y la vino a colocar en nuestro corazón. En efecto, el mejor lugar para recibir la Palabra es el corazón, ¿tenemos otra opción para atesorarla?, ese en ese lugar donde habita el amor, es allí donde Jesús nos quiere depositar sus enseñanzas, y si no tenemos disposición a recibirla en ese lugar, es cuando el maligno la arrebata.

Pero tampoco se trata de tener una disposición aparente, superficial y con una actitud inconstante, porque con esa actitud, la Palabra no surtirá los efectos para lo cual fue recibida, la semilla no echará raíces y no dará frutos.

Las atenciones y cuidados excesivos por lo terrenal, las preocupaciones e intereses por las riquezas materiales, las ambiciones y el amor al placer, opuestas a las inquietudes del espíritu no dejan que aparezca la Palabra y la ahoga. Sin embargo cuando el corazón es bueno, limpio, sencillo y bien dispuesto, es cuando se comprende bien la Palabra, es como la tierra buena capaz de hacerla germinar y dar frutos en abundancia.

Jesús nos pide entender que oír la Palabra no es suficiente, esta además debe comprenderse para que sea fructífera. Para que la semilla produzca muchos frutos, la tierra tiene que tener vitalidad para superar todos los inconvenientes que se dejaran caer en ella, es así como nosotros debemos estar bien preparados para que la Palabra produzca fuerza para que se multiplique.

Por esa razón es preciso que nos preocupemos de labrar la tierra de nuestro espíritu, para que pueda recibir la semilla, entonces nos debemos de entusiasmar con la lectura y la profundización de la Palabra de Dios.

Pero además, Jesús nos pide que nosotros seamos buenos sembradores, El espera que nos encarguemos de llevar la semilla evangélica a todo lugar, es decir que repartamos con generosidad la semilla. Dependerá de nosotros cuanto produzca de efectividad.

ORACION

“Tu Palabra, me da vida, confío en ti Señor, Tu Palabra es eterna, en ella esperare”

Tu palabra Señor, hoy es nueva, es fresca, aunque la haya oído muchas veces, llega como un susurro, como suave brisa, aunque no la dejo de sentir como un clamor que me grita dentro, me quema. ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? (Lucas 24,13ss)

Y tu palabra es lluvia, semilla, mensaje, grano enterrado, trigo molido y pan de altar.

Treinta años sembrando en el silencio de la familia, tres años sembrando sin cansarse entre los hombres que tanto amas, tres días para mostrarnos que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere no puede dar frutos”. (Jn 12,24)

“Tu Palabra, me da vida, confío en ti Señor, Tu Palabra es eterna, en ella esperare”

De Corazón

Pedro Sergio

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