Una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume.
En aquellos tiempos, las mujeres estaban muy marginadas, sin embargo en este relato ella pasa a ser una importante protagonista, la mujer de la que decían que era pecadora se acerca a Jesús, le besa y unge los pies con perfume. El Señor, no se aparta, ni aleja a esta pecadora, al contrario, la acoge y acepta su gesto. Nuestro Señor Jesucristo, no nos rechaza por ser pecadores, y se alegra que nos acerquemos a El junto con nuestras faltas para hacernos llegar la paz espiritual que necesitamos.
Lo que Jesús hace, según las prácticas de la época, era muy mal visto, pues era pecadora, por eso el fariseo critica a Jesús y censura a la mujer diciendo: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”.
“Simón, tengo algo que decirte
Jesús le narra una parábola para responder a los pensamientos del fariseo, para luego hacerle una pregunta muy tierna frente al perdón: “Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Pienso que aquél a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. En este caso, tanto el fariseo que había invitado a Jesús, como la pecadora, habían recibido algo de Jesús, el primero, a Jesús en su casa, la mujer a Jesús en su alma, el fariseo le honró con la cena, la pecadora le bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Pero aquél a quien se le perdona poco demuestra poco amor”
El recado de Jesús para este fariseos es: Pero aquél a quien se le perdona poco demuestra poco amor”. Los fariseos de ayer, similares a los de hoy, pensaban que no eran pecadores, por que observaban la ley rigurosamente. El Señor me enseña como muchas veces me quedo impedido de experimentar la gratuidad del amor de Dios cuando le otorgo más importancia el cumplimiento de las leyes religiosas y no en el amor con que la debo observar.
La pecadora, desde que se acerco a Jesús, no cesó de besar sus pies, ungir su cabeza, derramar perfume sobre sus pies y sus numerosos pecados, le fueron perdonados. Por eso demuestra mucho amor y Simón a pesar de todo lo que le ofreció a Jesús, mostró su poco amor
“Tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Después dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Los invitados pensaron: “Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”.
Aquí surge la novedad de la condición de Jesús, que es, El no condena, sino acoge y lo hace con mucho amor. El relato me enseña que la fe es lo que auxilia a la los pecadores a renovarse y a encontrarse consigo mismo, pero en forma muy especial con Dios.
También me enseña este relato, como mi encuentro con Jesucristo, me otorga una fuerza nueva y antes mis faltas me hace nacer de nuevo. “Creo que si El me ha amado tan apasionadamente y me ha hecho tantos favores es por verme tan débil.” (Beata Isabel de la Trinidad)
El que se acerca a la fuente, “como la cierva, tras las corrientes de agua, así anhela mi alma, en pos de ti, mi Dios”, “Tiene mi alma sed de Dios, del Dios vivo” (Salmos (SBJ) 42).
Jesús, me quiere hacer comprender que es la fe lo que me salva, fe en él, que se hizo verdadero hombre, para vivir como verdadero amigo de los hombres, y con especial afecto por los pecadores, así fue como se hizo amigo de los publicanos, de los pecadores. El es capaz de perdonar todos nuestros pecados, y junto con ello, me regala su Palabra consoladora y vigorosa: “Tu fe te ha salvado; vete en paz”
Vivamos con Dios como con un amigo (Beata Isabel de la Trinidad)
De Corazón
Pedro Sergio
jueves, 17 de septiembre de 2009
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