Jesús dijo a sus discípulos: “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados
Es cierto que existen ocasiones en la cual me parecen grandes o enormes las faltas de otros en comparación a las mías. En ese minuto debo recordar cuando el Señor me dice, que en lugar de mirar la paja en el ojo ajeno, debo ver la viga que hay en el mío.
En efecto, nuestro egoísmo nos hace ver las faltas de nuestro prójimo con gran facilidad, aumentamos las de ellos y despreciamos la nuestras. Todo esto hace necesario un examen de conciencia, tal vez así, podríamos darnos cuenta del dolor que nosotros mismos provocamos a quienes están en nuestros comentarios, y por supuesto, darnos cuenta que con esta actitud, le estamos fallando al Señor, porque no nos estamos amando como se nos esta mandado.
Perdonen y serán perdonados.
¿Y donde queda la misericordia? Digo con gran alegría que Dios es rico en misericordia, además que es infinita, pero y la mía, ¿Hasta dónde llega?
La Sagradas Escrituras, a través del libro del Eclesiástico (Eclo 27, 30- 28,7), no muestra el vínculo que une el perdón otorgado por el hombre a su semejante, con el perdón que él mismo pide a Dios y nos dice que “El rencor y la ira son abominables, y ambas cosas son patrimonio del pecador”. Y nos preguntamos ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? ¡No tiene piedad de un hombre semejante a él y se atreve a implorar por sus pecados! El punto esta en si somos capaces de aceptar de esta lectura: “Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.”o “y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.”
Mirando la cruz, me acuerdo de las enseñanzas de Jesucristo antes de expirar, implora perdón para sus verdugos.
Ciertamente, la “ley del talión”, fue abolida y el mensaje del Eclesiástico no es otro que: si los hombres no olvidan los agravios recibidos de sus prójimos, tampoco Dios les perdonará las ofensas que han cometido contra Él. Inversamente, quien perdona a su prójimo, se verá a su vez perdonado por Dios.
En respuesta a la infinita misericordia de Dios, el salmo (Sal 102, 1-4.9-12), nos recuerda su bondad y compasión, “El Señor es bondadoso y compasivo.”, Él perdona todas tus culpas y cura todas tus dolencias; rescata tu vida del sepulcro, te corona de amor y de ternura. No acusa de manera inapelable ni guarda rencor eternamente; no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas.
¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo?
En el Evangelio de Mateo, (Mt 23, 13-22), Jesús condena diciendo:”¡Ay de ustedes, guías ciegos” En efecto, queremos ser Luz y sin embargo podemos se tinieblas, y en vez de llevar a nuestros hermanos por el buen camino, los llevamos por el despeñadero, empujados por nuestra mala actitud y malos ejemplos, y así nos transformamos en ciegos, guiando a otros ciegos por caminos peligrosos, y esto porque nosotros no somos capaces de ver cual es el verdadero camino, que conduce a la santidad, al Reino de los Cielos.
Esa es la claridad que me pone Jesús al condenarme si actúo soberbiamente, si me resisto a la verdad y arrastro a otros por mi error. Por tanto debo tratar entonces de cumplir con las obligaciones de vida apostólica que el Señor me ha encargado, hacerlo con consecuencia, con coherencia, y debo hacerlo siempre, es mi tarea como cristiano, donde estoy siendo llamado por Dios todos los días.
No hagamos oídos sordos, no nos dejemos conducir por ciegos, seamos luces verdaderas, demos todo de sí, para dar testimonio y ejemplo, para que mas hombres se hagan cristianos, y muchos cristianos católicos, nuestro mundo andará mejor.
El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro.
Esta es la afirmación que debo tener siempre presente, solo El es mi Maestro, de El debo aprender, a El le debo obligación por sobre cualquier otro, a El debo acudir, El es mi fuente, El es mi principio, no tengo porque seguir otras reglas, El me dejo el Evangelio, allí esta mi norma de vida.
Tengamos esto muy presente, porque no faltará alguno que nos quiera exponernos ciertos principios adornados de moralidad y falsa prudencia en nombre de la fraternidad y la buena convivencia a fin de seducirnos con actitudes que no son otra cosa que “cantos de sirenas”, tengamos cuidado, y apretemos fuertemente a nuestro corazón el Evangelio y a todos su principios y enseñanzas, de esa forma estaremos siempre al lado de la verdad. Pero tengamos presente, que los Evangelios no se interpretan al gusto de cada uno ni se acomoda, se interpreta como Jesús los enseñó, El es el Maestro.
De Corazón
Pedro Sergio
viernes, 11 de septiembre de 2009
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