“No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
Jesús nos dice que cada uno de nosotros es como un árbol y si este es bueno puede dar frutos buenos, y por otra parte nos expone que no es posible aspirar que dé frutos buenos si es el árbol es malo. El Apóstol Santiago nos dice: ¿Acaso la fuente mana por el mismo caño agua dulce y amarga? ¿Acaso, hermanos míos, puede la higuera producir aceitunas y la vid higos? Tampoco el agua salada puede producir agua dulce. (Santiago (SBJ) 3, 11-12).
Considero que estas Palabras que me dice el Señor, son para estremecerme, si él me ha llamado por mi nombre, es porque me conoce, y El sabe bien lo que hay en mi corazón como en el de cada uno de sus seguidores, para El, hay, luego, un tesoro bueno y otro malo, por lo mismo hay un corazón bueno y otro malo, en todo lo que hace, piensa y dice.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón.
Todo lo que viene de mi interior, es decir de mi corazón, es lo que reflejo hacia el exterior y todo cuanto viene del exterior va a mi corazón.
“Y mantén firme el consejo de tu corazón, que nadie es para ti más fiel que él. Pues el alma del hombre puede a veces advertir más que siete vigías sentados en lo alto para vigilar. Y por encima de todo esto suplica al Altísimo, para que enderece tu camino en la verdad…. Raíz de los pensamientos es el corazón, (Eclesiástico (SBJ) 37, 15-17).
Y me dice Jesús: “El malo saca el mal de su maldad, porque de la abundancia del corazón habla su boca.” Esto me hace reflexionar como mi corazón sabe bien que de él surgen tanto pensamientos buenos como malos, ideas humanas o crueles, acciones buenas o malas.
Debo responder a mi Señor, como voy a sanar mi corazón para que sea bueno y que deseo que de él para que sea un tesoro de bondad, piedad y caridad. Pero también debo responder a su pregunta: ¿Por qué ustedes me llaman: “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo?. Por tanto debo comprender que lo importante no es solo hablar bien de Dios, sino hacer la voluntad del Padre.
Yo les diré a quién se parece todo aquél que viene a mí, escucha mis palabras y las practica.
Se parece a un hombre que, queriendo construir una casa, cayó profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Me dice el Señor que mí seguridad, son los fundamentos que vienen de Dios, y él me invita a El para escuchar y para practicar sus enseñanzas, todo esto es el fundamento firme para superarme en las dificultades y no me hunda en las tormentas.
Es así como cantamos el Salmo: El Señor es mi roca y mi baluarte, mi liberador, mi Dios; la peña en que me amparo, mi escudo y fuerza de mi salvación, mi ciudadela y mi refugio. (Salmos (SBJ) 18,3)
De Corazón
Pedro Sergio
domingo, 13 de septiembre de 2009
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