“Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”
Amarse a si mismo, estando conciente de sus propios defectos y aceptándose a si mismo tal como se es, es parte de la humildad y sentirse amado, tal como uno es, le permite a uno reconocer sus propias miserias con amor a Dios y a sus hermanos.
A través de sus Evangelios, Cristo nos ha dejado ver con mucha claridad, que Dios nos tiene un amor extremadamente incondicional, a pesar de todas nuestras miserias. Este amor es lo más grande que tenemos, porque quien siente y se da cuenta que es amado por Dios y que le ama tal cual es, con todos sus defectos, se complace absolutamente y vive contento.
¿A quien pueden impedirle su paz sabiéndose amado por Dios?, ¿Quién no se sentirá contento como es, si sabe que Dios lo mira tal cual es? Es así como a pesar de que podemos tener muchos defectos, nos podemos amar a si mismo, porque a Dios le encantamos y prueba de ello, es que El esta dispuesto en todo momento a recibir nuestros arrepentimientos y demandadas de perdón. Si estamos convencido de esto, nos resultara fácil amar a nuestro hermanos, con el gran deseo de compartir todo nuestro amor que viene de Dios.
Estar tranquilo con uno mismo, tener paz interior, saberse hijo amado de Dios, complementado con la humildad del corazón, ayudara siempre a no tener conflicto con su alma, por tanto ayudara a no tenerla con su hermano. Quien se sabe hijo amado de Dios, no piensa solo en si mismo y le es fácil amar a los demás.
El hombre es imagen de Dios, y si amamos a nuestro prójimo, amamos a Dios, y si amamos a Dios, lo amamos también en el prójimo.
Este precepto es nuestro fundamento de la vida cristiana, basados en el amor, y por amor a Dios y al prójimo, juntos con saber que el Señor nuestro Dios es el único Señor; y que amaremos al Señor, nuestro Dios, con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma, con todo nuestro espíritu y con todas nuestras fuerzas, conciente de que es el mandamiento más grande de la Ley
¿Libre para amar?
Libre para amar a Dios, libre para amar a los demás, esta es mi verdadera libertad, una libertad que está en total concordancia con el Evangelio. Caminar junto al Evangelio, es caminar junto a Jesús, tener fe, supone adhesión total a Jesús, de mente, pensamiento, alma y corazón.
Jesús, me hace comprometerme a no ser como los indiferentes que pasaron por alto al hombre herido en el camino a Jericó, Jesús me pida que descubra en mí la natural inclinación por hacer el bien que el nos ha infundido, Jesús me pide que nos endurezca mi corazón frente a los que sufren.
El Señor, me pide que sea libre para amar y hacerme prójimo en la familia, prójimo en mi trabajo, en mi barrio, en mi parroquia, es decir estar revestido del amor de Dios y estar siempre disponible para ocuparme de las necesidades de mi hermano.
Por eso te ruego Señor, que establezcas en mí, Señor, un corazón nuevo, hábil para darse cuenta de las necesidades de los que sufren y se sienten abandonados en el camino. Te ruego Señor instaures en mí un corazón convencido de tu amor, un corazón enamorado de ti y capaz de ocuparse de mí prójimo.
De Corazón
Pedro Sergio
martes, 6 de octubre de 2009
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